El desayuno es la primera comida después del ayuno nocturno. Por lo tanto, hay que tratar de hacer una comida completa, que incluya todos los nutrientes necesarios y aporte la energía que el cuerpo necesita.
Entonces, en términos generales, ¿cuál será la composición ideal de un desayuno?
Un desayuno sano y equilibrado debe estar compuesto por hidratos de carbono, grasas (o lípidos) y proteínas. No olvides que la fibra también es esencial en esta comida (¡como en todas las demás, de hecho!).
En cuanto a los hidratos de carbono, hay que dar preferencia a los complejos, es decir, los de absorción lenta, procedentes de cereales menos refinados. Algunos ejemplos son el pan o las tostadas integrales o de cereales, o incluso los copos de avena, con los que se pueden preparar unas gachas o tortitas saludables.
En cuanto a las proteínas, la mejor opción son las fuentes bajas en grasa y de alto valor biológico. Por ejemplo, productos lácteos bajos en grasa o semigrasos, como yogures, leche o queso. Las opciones enriquecidas con proteínas y los huevos (¡excepto los huevos fritos!) también son buenas alternativas.
Por último, aunque su consumo debe ser moderado, también es importante ingerir fuentes de grasas "buenas": las insaturadas. Ejemplos de ello son el aceite de oliva o incluso los frutos oleaginosos (nueces, almendras y avellanas) y las semillas.
La fibra, además de desempeñar un papel crucial en el buen funcionamiento del tránsito intestinal, promueve buenos niveles de saciedad a lo largo del día. Si decides incluir una pieza de fruta en la primera comida del día será excelente, no sólo por su contenido en fibra, sino también por las vitaminas y minerales que contiene.